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En busca de lugares 'mágicos' I: los topónimos

 Aprovechando el libro 'Guía de la España mágica' de Juan G. Atienza, a la que hacía mención en mi anterior post, expondré sus interesantes claves que nos dan la pista para detectar un enclave mágico. Mágico en el sentido de lugar en el que a lo largo de toda la historia, por una razón u otra, el ser humano, ha estado presente y lo ha considerado como un lugar sagrado. Además estas pistas son extrapolables a cualquier ciudad, región, país, continente...

Atienza define lugar mágico de esta manera:

[...] Si tú, amigo, tuvieras un temperamento místico, [...] se trataría de una definición simple y tajante: 'lugar mágico es aquel en el que puedes experimentar tu propia trascendencia'. Si fueras implemente religioso, creyente, hombre o mujer de fe, te diría: 'es aquel lugar en el que Dios se manifiesta de algún modo'. Si fueras supersticioso o tuvieras tendencia a la credulidad facilona de muchos ocultismos, te explicaría: ' es un enclave en el que se dan cita las fuerzas ocultas de la naturaleza'. [...] Las tres (definiciones) tendrían una parte de verdad, pero la suya sería una verdad incompleta. [...]

[...] Por eso es, [...] mientras no se encuentre una definición más clarificadora, 'un lugar en el que, a lo largo de la historia del hombre, se ha amontonado, aveces sin orden y a veces con una continuidad sorprendente, una serie de circunstancias insólitas que lo han convertido en centro sagrado permanente o en lugar en el que, secularmente también, se han dado cita todos los anatemas y todas las maldiciones que han podido acumular fuerzas espirituales predominantes de cada período cultural. [...]

Hoy, por no alargar demasiado el post empezaré por la primera pista (y mi preferida de las 7 que se proponen): los topónimos:

[...] Es bastante corriente que los nombres de lugar conserven el recuerdo de sus características primitivas y de los cultos que tuvieron fuerza precisamente allí, en un momento determinado de la historia. Muy a menudo, son nombres repletos de significados simbólicos, impuestos en los siglos XI al XIII por comunidades que dominaba un especial sentido esotérico que, por alguna razón, debía mantenerse oculto y revelarse únicamente a aquellos que fueran capaces de reconocer las claves que se les proponían. Son nombres como 'la espina' y sus componentes - Espinaredo, Rosales, La Zarza, entre otros - ; topónimos variantes de la rueda - Roda, Rodezno, Rodero - y lugares que se llaman como (o derivan de) 'la serpiente', 'el caballo' - la 'Qabbalah' -, 'la estrella' o 'la luna'. O bien se trata de confusos recuerdos megalíticos - como esas 'Piedrahitas', que claman por menhires o dólmenes desaparecidos - o referencias al 'oro' cuyo significado simbólico va siempre en pos de un tipo de riqueza espiritual y no, como podría parecer a primera vista, del inmediato recuerdo de cualquier tipo de tesoro material. 

   En los nombres de los lugares presuntamente mágicos surgen a menudo los derivados de los 'jinas' - Arjonas, Ginestares, Ginzos - , que es el nombre con que en sánscrito se designan los seres que sirven de puente entre nuestra realidad y otra realidad intuida, y que se convirtieron en los 'djinns' del mundo islámico y en los 'genios' de nuestras leyendas populares ocultistas. Y, muy a menudo, junto a esos nombres, aparecen otros que, con todo claridad, proclaman aún su dedicación ancestral a divinidades que constituyeron las creencias de remotos pueblos perdidos en las nubes del pasado: 'Lug' - en Lugo, en el Lluch, en Lugones, entre otros mil -; o los dioses célticos 'Belenos' y 'Danán' - desde Beleña al Coto de Doñana - y hasta las viejas divinidades mistéricas que, muy a menudo, vieron alterado su nombre por cristianizaciones posteriores. Así, 'Isis' dio origen a santos como 'santa Iria' - la de Cova de Iria de Fátima -; el mismo 'Lug' se convirtió en santos como 'Lucas', 'Lucio, y 'Lorenzo', y su parte femenina, 'Lusina' pasó a menudo a ser 'santa Lucía' y hasta alguna que otra 'Virgen de la Luz'. Y 'Jano', la profunda divinidad bifronte, dobló su imagen en los santos Juanes, bajo cuya advocación se suceden pueblos y lugares de toda la península. [...]

Sin ir más lejos en Barcelona existen varias teorías sobre el origen del nombre de nuestra ciudad. El historiador barcelonés, Jeroni Pau, defendió ya en el siglo XV que era derivado del cartaginés Amilcar Barca, que luego los romanos transformaron en Barcinus, posteriormente Barcino hasta llegar a Barcelona. Sin embargo, hay otra teoría muy interesante que sitúa en los íberos - desde el Garraf hasta el Besós se extendieron muchos poblados - el origen del nombre de la ciudad. Por lo que parece hubo un asentamiento justo en el pla de Barcelona llamado Barkeno.

Si llevamos las toponimias a aspectos más concretos, también nos podremos llevar alguna sorpresa: la plaça del Padró de Barcelona originariamente era del Pedró (piedra grande) porque allí existió un menhir; o el nombre del barrio judío de Barcelona, el Call, proviene de la palabra judía Kahal (congregación o lugar de reunión). Estos son sólo algunos ejemplos rápidos. Por no decir que, como es lógico, los nombres de las calles no se ponen al azar y suelen dedicarse a personajes (que nacieron, vivieron o murieron en la ciudad) o sucesos acaecidos en el lugar. 

En el siguiente post continuaré con los cultos.

Y donde tu vives ¿Tienes algún lugar mágico cerca?

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3 comentarios :

  1. Muy bueno seguiré a ver como sigue ...Muy bien y muchas gracias por todo , tú ya sabes amigo virtual, bona nit y salutacions!!!
    Mari Trini

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  2. Seguro estoy de que has leído un libro que creo, te será indispensable "El Gargoris y Habidis , una historía mágica de España", de Fernando Sánchez Dragó. Si por aquellas casualidades no lo has leído, házlo, quedarás prendado y tendrás información a raudales...por cierto...son cuatro tomos...Salut

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  3. Pues aunque cueste creértelo, Miquel, lo tengo pendiente!! Me he dedicado más a Barcelona. Pero tengo ganas de leerlo! Gracias por las sugerencias!

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